TEXTO DE LA HISTORIA
Lina caminaba despreocupada por los pasillos del centro comercial, una tarde como cualquier otra. Sus amigas estaban en la tienda de ropa, riendo y probándose atuendos, pero ella había decidido explorar un poco por su cuenta. La sección más antigua del centro, donde pocas personas se aventuraban, siempre había despertado su curiosidad. Estaba oscura, olvidada por el bullicio moderno, con locales clausurados y vitrinas cubiertas de polvo.
Había rumores sobre un accidente trágico que ocurrió allí hacía muchos años, cuando el centro comercial estaba en sus primeros días. Nadie sabía exactamente qué había pasado, pero decían que una mujer había muerto, atrapada en un ascensor averiado, y que desde entonces su espíritu rondaba ese lugar.
Lina, escéptica y confiada, no creyó en esas historias, pero al pasar cerca del antiguo ascensor, sintió un escalofrío recorrer su espalda. El aire se volvió frío de repente, y una extraña sensación de opresión invadió su pecho. Sin darse cuenta, se acercó más y más a la puerta oxidada del ascensor, que de pronto se abrió con un chirrido siniestro.
Antes de que pudiera reaccionar, algo oscuro y pesado la envolvió. Sus pensamientos se nublaron, y un dolor agudo le atravesó la cabeza. Intentó gritar, pero su voz no salía. Algo, o alguien, había tomado el control de su cuerpo.
Cuando Lina abrió los ojos nuevamente, se vio a sí misma a través de un velo etéreo, como si estuviera viendo el mundo desde lejos. La comprendió con horror que ya no estaba al mando de su cuerpo. Desde un rincón del plano astral, vio cómo una mujer, sensual y malvada, tomaba su lugar. Su rostro era idéntico, pero sus ojos brillaban con una malicia que jamás había conocido.
La mujer, la fantasma, sonrió con satisfacción al verse en el reflejo de una vitrina. Ajustó su cabello con un gesto coqueto y se dirigió de regreso a la tienda donde estaban las amigas de Lina, con la misma naturalidad que si siempre hubiera sido ella.
Desde su prisión astral, Lina observaba con desesperación cómo la fantasma se infiltraba en su vida sin esfuerzo alguno. Su primera parada fue la tienda donde las amigas de Lina seguían entretenidas. Había un brillo oscuro en sus ojos, una chispa de perversidad que contrastaba con la imagen dulce y amigable que todos conocían. Caminó con una seguridad nueva, sus caderas se balanceaban con una sensualidad que antes Lina nunca había mostrado.
Al entrar, sus amigas la miraron con sorpresa y admiración. Habían notado la transformación, pero no sospechaban lo que realmente estaba sucediendo. “¿Qué te pasó? Estás... radiante”, comentó Carla, una de sus amigas, mientras la observaba con envidia.
La fantasma sonrió, una sonrisa que era a la vez encantadora y maliciosa.
“Solo me siento... viva”, respondió, jugando con un mechón de cabello mientras miraba a su alrededor.
Con un movimiento fluido, la fantasma tomó un vestido corto y ajustado de un estante, uno que Lina nunca se habría atrevido a usar. Entró al probador sin decir una palabra, dejándolas esperando. Desde su rincón astral, Lina observaba con impotencia cómo la fantasma disfrutaba de cada segundo, admirando su reflejo en el espejo.
Al salir del probador, la fantasma llevaba el vestido, su cuerpo se veía aún más provocativo. Las amigas la miraron con los ojos bien abiertos. “¿Qué piensan?”, preguntó con una voz que goteaba sensualidad. Sabía que el vestido era perfecto, sabía que dejaba poco a la imaginación, y eso le daba un placer retorcido. “Te ves increíble”, dijo Marta, casi sin aliento. Pero había algo en Lina que no terminaba de cuadrarles. La confianza desbordante, la mirada intensa, algo era diferente, pero no lograban identificar qué.
Después de salir de la tienda, la fantasma llevó a las chicas a un café cercano en el centro comercial, donde sabía que a menudo se encontraban los chicos con los que Lina y sus amigas solían coquetear. Al entrar, captó de inmediato la atención de un grupo de chicos sentados en una mesa. Entre ellos estaba Raúl, un chico por quien Lina siempre había sentido algo, aunque nunca se había atrevido a hacer nada al respecto.
Pero la fantasma no compartía esas inseguridades. Se acercó a la mesa con una sonrisa traviesa y se sentó justo al lado de Raúl, sin esperar invitación. “¿No me invitan a algo?” preguntó con una dulzura envenenada, mientras sus dedos trazaban círculos sobre la rodilla de Raúl, subiendo lentamente por su muslo.
Raúl, sorprendido pero encantado por la nueva actitud de Lina, sonrió. “Claro, lo que quieras.” Los otros chicos intercambiaron miradas, asombrados por la seguridad con la que Lina actuaba.
La fantasma disfrutaba del control que tenía. Su mano seguía subiendo por la pierna de Raúl, y él no hacía nada por detenerla. Ella se inclinó más cerca, su aliento caliente rozando la oreja del chico mientras susurraba algo inaudible para los demás. Raúl tragó saliva, nervioso y excitado, y en ese momento, la fantasma giró la cabeza para plantar un beso en sus labios, lento y provocador, dejando a los demás en la mesa boquiabiertos. Desde el rincón oscuro del plano astral, Lina sentía una mezcla de rabia y desesperación. Aquello que siempre había querido se había vuelto una tortura al verlo en las manos de una perversa impostora.
Al final del día, cuando la fantasma dejó a sus amigas, todas se quedaron hablando de cómo Lina había cambiado, cómo se había convertido en alguien tan irresistible, pero también en alguien que les inquietaba. No sabían cómo manejar esa nueva intensidad, y aunque ninguna lo dijo en voz alta, todas sintieron que algo estaba profundamente mal.
Los días pasaron y la fantasma siguió haciendo de las suyas apoderándose de la vida de Lina sin remordimiento ni reparos, volvió a verse con Raúl un par de verse para concretar lo que no se había hecho ese día, y no solo con él sino tambien con varios mas de sus amigos… Incluso en el trabajo, la fantasma continuaba su juego cruel. Manipulaba a los colegas de Lina, utilizando su cuerpo para obtener favores y sembrar discordia entre ellos. Nada estaba a salvo de su maldad: disfrutaba haciendo sufrir a quienes antes eran los seres queridos de Lina, usando su apariencia para engañarlos y destruirlos Lina intentaba desesperadamente hacerse sentir, enviar alguna señal de que seguía allí, atrapada en su propio infierno personal, pero la fantasma era demasiado poderosa. Cada intento de lucha solo fortalecía más el control que la entidad tenía sobre su cuerpo.
Con el tiempo, Lina comprendió que nunca recuperaría su vida. Desde el plano astral, se vio obligada a presenciar cómo la fantasma vivía su vida de una manera perversa y destructiva, corrompiendo todo lo que ella había valorado. Aquella mujer malvada había encontrado su nueva víctima, y no tenía intención alguna de soltarla.
Aquello solo era el comienzo. Había logrado tomar la vida de Lina, y estaba decidida a exprimir hasta la última gota de placer, pervirtiendo cada rincón de la existencia de la chica que había arrebatado. Mientras tanto, Lina, atrapada en su estado astral, solo podía observar cómo su cuerpo, su vida, y todo lo que alguna vez fue suyo, se desmoronaba bajo el control de una entidad maligna que no tenía intención alguna de soltarla.
Muy buena historia
ResponderBorrarHola tengo una peticion
ResponderBorrarCuentame
BorrarEsque me gustaría una historia donde una madre soltera y uns simbionte intercambian cuerpos
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