Nuevo Huesped

 

 TEXTO DE LA HISTORIA

El hombre llegó al hotel con pasos decididos, su maleta pequeña en una mano, mientras su mente se sumergía en una anticipación que le aceleraba el pulso. No era la primera vez que lo hacía, pero cada vez se sentía como la primera. Al llegar a la recepción, pidió una habitación con voz controlada, ocultando la excitación que bullía en su interior.

La recepcionista le entregó la llave con una sonrisa profesional, y él respondió con un leve asentimiento. Tomo el elevador y llego al piso dieciocho, se dirigió al final del pasillo a la puerta y la abrió y entró y la cerro muy bien. Ahora que estaba solo, libre para desatar lo que había planeado.

Dejó la maleta sobre la cama y comenzó a desvestirse hasta quedar completamente desnudo frente al espejo. Se observó por un momento, respirando hondo antes de abrir la maleta y sacar el traje de piel, que parecía vibrar con una energía propia, como si ya estuviera ansioso por activarse. Con una mezcla de deseo y nerviosismo, comenzó a ponerse el traje. La sensación del traje frío contra su piel desnuda le arrancó un suspiro, pero pronto el material comenzó a calentarse y adaptarse a su cuerpo. El traje era como una segunda piel, apretando y ajustándose a cada centímetro de su anatomía. Sentía cómo el material se transformaba junto con él, provocando un cambio profundo en su cuerpo.

Sus músculos se afinaron, sus hombros se estrecharon, y su torso comenzó a adoptar una figura más esbelta. Sintió cómo su pecho se elevaba, redondeándose en una curva perfecta. Sus caderas se ampliaron, su cintura se afinó, y su rostro cambió, suavizándose y volviéndose más delicado. Cuando el proceso terminó, la figura que lo miraba desde el espejo no era la de un hombre, sino la de una mujer impresionante.

Se acercó al espejo, admirando la figura femenina que ahora ocupaba su lugar. Con una sonrisa de satisfacción, abrió de nuevo la maleta y sacó un par de tacones altos. Los zapatos eran elegantes, con un diseño que rezumaba sensualidad. Los sostuvo en sus manos, disfrutando de la sensación del cuero suave bajo sus dedos, antes de deslizarse en ellos. Se enderezó, sintiendo cómo los tacones elevaban su estatura y acentuaban la curva de sus caderas.

Caminó lentamente hacia la ventana, dejando que la alfombra acariciara sus pies. Desde allí, observó la ciudad iluminada, una vista que prometía aventuras y posibilidades infinitas. Sabía que esa noche sería especial. Estaba lista para disfrutar de su nueva identidad, para explorar cada rincón de su nueva forma, y para divertirse como nunca antes.

Con una mirada llena de deseo y una sonrisa de pura anticipación, dejó que la fantasía se apoderara de su mente, imaginando todas las formas en que haría que esa noche fuera inolvidable.