TEXTO DE LA HISTORIA
Raúl siempre había sentido una desconexión profunda con su cuerpo. Desde muy joven, sabía que la vida que le había tocado no era la que deseaba. Sus fantasías se llenaban de deseos oscuros y poderosos, anhelando ser una mujer, no solo para sentirse completo, sino para experimentar el placer, el poder y el deseo que imaginaba que una mujer como Laura, su prima, debía vivir cada día.
Laura era todo lo que Raúl había soñado ser: hermosa, sensual, y consciente del efecto que tenía en los hombres. Ella se movía con una gracia innata, atrayendo miradas dondequiera que fuera. Raúl la observaba con mezcla y celos, deseando poder vivir esa vida, sentir ese poder. La idea de ser ella lo emocionaba y lo obsesionaba.
Un día, después de años de anhelo, Raúl descubrió la existencia de una bruja en los márgenes de la ciudad. Era conocida por cumplir deseos, sin importar lo oscuros o imposibles que fueran, siempre que uno estuviera dispuesto a pagar el precio. Raúl no dudó en buscarla. Sabía lo que quería, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo.
Cuando llegó a la cabaña de la bruja, la encontró rodeada de objetos extraños y amuletos antiguos. La anciana lo miró con ojos penetrantes, como si pudiera ver directamente en su alma. Raúl le explicó su deseo, su necesidad de ser Laura, de vivir su vida, pero no solo eso: quería experimentar todo lo que ella podía tener, el placer, la adoración, el poder de la seducción.
La bruja, intrigada por la intensidad del deseo de Raúl, accedió a ayudarlo, pero le advirtió que una vez hecho el intercambio, tendría solo una semana antes de que el hechizo pudiera revertirse. La única condición era que el intercambio debía ser con alguien que compartiera su sangre. Raúl sabía que solo una persona encajaba en ese requisito: Laura.
Convencer a Laura no fue sencillo. Al principio, ella se negó, pero Raúl, apelando a su curiosidad y ofreciéndole experiencias que la tentaron, logró que accediera. Laura siempre había disfrutado de los desafíos, y aunque le resultaba extraño, la idea de intercambiar cuerpos por una semana la intrigó.
La noche del intercambio, la bruja preparó un círculo de velas negras, recitando palabras en un idioma antiguo y olvidado. Raúl sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, seguido de una sensación de vértigo. Cuando abrió los ojos, ya no estaba en su cuerpo; se encontró mirando su antigua forma, pero ahora era Laura allí.
El primer día en el cuerpo de Laura fue un torbellino de sensaciones. Raúl se deleitó explorando cada centímetro de su nueva piel, disfrutando de la suavidad, la delicadeza, y el poder que emanaba de su nuevo cuerpo. Se miró en el espejo, admirando su reflejo con una mezcla de codicia y deseo. Nunca había imaginado que se sentiría tan bien, tan completo. La lujuria que había sentido por Laura ahora era suya, para disfrutarla sin límites.
Raúl decidió probar su nuevo poder. Se vistió con un vestido ceñido que resaltaba las curvas de su nuevo cuerpo y salió al mundo con una confianza renovada. Cada mirada que recibía, cada halago, alimentaba su ego. Ahora que era Laura, sentía que el mundo le pertenecía. Sabía que los hombres lo deseaban.
La primera parada fue una cafetería elegante donde solían ir los amigos de Laura. Al llegar, notó cómo los hombres la miraban, cómo sus ojos se oscurecían de deseo al verla. Raúl decidió jugar con ellos, disfrutando del poder de la seducción. Se sentó con ellos, riendo y coqueteando, sabiendo que cada palabra y gesto los volvía más débiles ante él. Era una adicción, un juego de poder que nunca había podido experimentar antes.
Uno de los amigos de Laura, Andrés, un hombre atractivo y exitoso, no pudo resistir su encanto. Raúl lo llevó al baño del café, sabiendo que él estaba completamente bajo su hechizo. Se dejó llevar por el deseo, disfrutando del poder que tenía sobre Andrés, controlando cada movimiento, cada suspiro. Fue una experiencia nueva y adictiva, una que nunca había imaginado pero que ahora no quería dejar.
Los días pasaron en un desenfreno de placer y codicia. Raúl, ahora Laura, disfrutaba del lujo que la vida de su prima le ofrecía. Los hombres le compraban regalos, la invitaban a cenas caras, y él aceptaba todo, aprovechándose de su nuevo cuerpo.
Desarrolló una relación con Marco, un millonario mayor que la trataba como a una reina, colmándola de joyas y atenciones. Marco estaba completamente enamorado de la nueva Laura, y Raúl no tenía intención de dejar que eso terminara.
Cuando llegó el día en que debía regresar a la cabaña de la bruja para revertir el hechizo, Raúl se despertó en la lujosa cama de Marco, rodeado de sedas y con la cabeza llena de lujuria y ambición. Sabía que no podía regresar a su antigua vida, a ser el hombre que una vez fue. Ahora que había probado el poder y el placer de ser Laura, no había vuelta atrás.
Decidió escribir una carta a su prima, consciente de que le estaba arrebatando su vida, pero sin sentir remordimiento alguno. Tomó una hoja de papel y escribió con determinación.
Esa tarde, mientras Laura, en el cuerpo de Raúl, esperaba con impaciencia en la cabaña de la bruja, un mensajero llegó con la carta. Al leerla, sintió cómo se desplomaba todo a su alrededor. No solo había perdido su cuerpo, sino también su vida, su identidad, todo lo que alguna vez fue. La traición de Raúl era completa y devastadora. La carta decía:
“Querida Laura…
No voy a regresar. He encontrado mi verdadero lugar en este mundo, y no pienso renunciar a él. Marco y yo nos iremos del país esta misma noche, a un lugar donde nadie podrá encontrarnos. Esta es mi vida ahora, y no te la devolveré.
Espero que algún día puedas entenderlo, aunque dudo que lo hagas. No siento remordimiento por lo que he hecho, solo satisfacción.”
Mientras tanto, Raúl, ahora Laura para siempre, sonreía con satisfacción. Se dirigió a Marco, quien ya tenía todo listo para su partida. Al salir del país, sentía que había ganado la vida que siempre mereció, llena de lujo, poder y placer. Sabía que nunca sería descubierto, y que su prima nunca recuperaría lo que le había quitado. Había logrado su objetivo, y no pensaba dejar que nada ni nadie se lo arrebatara.
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