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La Apuesta

 

 

TEXTO DE LA HISTORIA

Lucía era una modelo reconocida, con una belleza que la había llevado a las pasarelas más importantes del mundo. A sus 26 años, era la envidia de muchos y el deseo de otros tantos. Con una carrera en pleno apogeo, vivía rodeada de lujos y atenciones, pero siempre encontraba tiempo para su familia, especialmente para su tía abuela, Clara. Clara había sido una mujer imponente en su juventud, una belleza clásica que había girado muchas cabezas, pero los años habían hecho su trabajo, y ahora vivía en el recuerdo de sus días dorados.

Una tarde, Lucía y Clara se encontraban en el elegante apartamento de la joven, compartiendo una botella de vino mientras hablaban de la vida, de la juventud y del paso del tiempo. Entre risas y anécdotas, surgió una apuesta. Clara, con una chispa en los ojos, propuso un juego de cartas, como solían hacer en las reuniones familiares. Lucía, confiada en su habilidad y con el ánimo ligero por el vino, aceptó sin pensarlo.

"Si gano," dijo Clara con una sonrisa astuta, "quiero algo muy especial. Quiero ser tú por un día."

Lucía río, segura de que ganaría, y asintió. La partida comenzó, pero a medida que avanzaba, la suerte no estuvo de su lado. Clara, con una destreza inesperada, ganó. Lucía quedó atónita, sin palabras, pero no podía retractarse. Una apuesta era una apuesta.

"Está bien, tía," dijo Lucía, tratando de sonreír. "Mañana serás yo."

Clara no perdió el tiempo. Sacó de su bolso un pequeño amuleto, un objeto que parecía antiguo, cargado de historia y quizás de un poder que Lucía no comprendía del todo. Antes de que pudiera protestar o hacer preguntas, Clara murmuró unas palabras en un idioma que sonaba antiguo y místico. Lucía sintió una extraña energía recorrer su cuerpo, y de repente, todo a su alrededor se desvaneció.

Cuando abrió los ojos, se encontró mirando su propio reflejo, pero desde una perspectiva diferente. Estaba en el cuerpo de Clara, y Clara, en su joven y perfecto cuerpo, se sonreía con satisfacción desde el espejo.

“¡Esto es increíble!” exclamó Clara, admirando su nueva figura. Tocó su rostro, su cabello, deslizó sus manos por el contorno de su cuerpo, maravillada por la firmeza y la juventud que ahora eran suyas, aunque solo por un día. Clara no podía creer que en verdad había funcionado y era la exuberante mujer que era su sobrina.

Lucía, atrapada en el cuerpo envejecido de su tía abuela, se sintió impotente. Pero Clara estaba llena de emoción. Se dirigió al vestidor de Lucía y empezó a elegir ropa. Sacó un vestido rojo, ajustado, que nunca se había atrevido a usar en sus años recientes. Se lo puso, sintiendo cómo el tejido acariciaba su piel joven, y se calzó unos tacones altos que realzaban sus largas piernas. Se miró en el espejo, maravillada por la imagen que le devolvía la mirada y dijo a si misma “Hoy voy a disfrutar al máximo,”

Salió a la calle con la confianza de quien sabe que todos los ojos están sobre ella. Caminó por las calles concurridas de la ciudad, disfrutando de las miradas admirativas y de los murmullos a su paso. Se dirigió a una cafetería de moda, donde atrajo la atención de todos. Coqueteó con el camarero, jugó con su cabello y rió de manera seductora, disfrutando de cada segundo en ese cuerpo que le devolvía la juventud perdida.

La tarde pasó entre boutiques y galerías, donde Clara compró ropa y accesorios que acentuaban aún más la belleza de su nuevo cuerpo. Se deleitó probándose atuendos atrevidos que nunca se habría imaginado lucir en sus años recientes. Cada nuevo conjunto era una celebración de su renovada vitalidad.

Cuando llegó la noche, Clara decidió llevar su aventura al límite. Se dirigió a un exclusivo club nocturno, un lugar que Lucía solía frecuentar. Entró con la cabeza en alto, sabiendo que todas las miradas se volverían hacia ella. Bailó con una energía desbordante, moviendo su cuerpo con una gracia que hacía mucho tiempo no sentía.

Cada paso, cada giro, era una muestra de la juventud y la seducción que ahora le pertenecían haciendo que los hombres se acercaban a ella, atraídos por su belleza y su actitud confiada. Clara disfrutó cada momento, sintiendo el poder que emanaba de su nuevo cuerpo. Se dejó llevar por la música, por las luces, por la sensación de ser el centro del universo una vez más.

Mientras tanto, Lucía observaba desde las sombras con una mezcla de asombro y ansiedad por la forma en que Clara estaba usando su cuerpo.

Cuando la noche llegó a su fin, Clara regresó al apartamento, exhausta pero eufórica. Se miró en el espejo una última vez, sonriendo con satisfacción por todo lo que había experimentado.

Cuando la noche finalmente llegó a su fin, Clara regresó al apartamento, exhausta pero eufórica. Se miró en el espejo una última vez, admirando la juventud y la vitalidad que había disfrutado. Su respiración estaba acelerada, y su corazón latía con la energía de la noche que había vivido. Lucía, por su parte, había observado todo desde el cuerpo de su tía abuela, sintiendo una mezcla de asombro y admiración por la forma en que Clara había sacado a relucir todo el potencial de su joven cuerpo.

Clara se sentó en el borde de la cama, acariciando su rostro joven con una mezcla de satisfacción y nostalgia. “Ha sido… inolvidable,” murmuró, preparándose para recitar las palabras que devolverían a cada una su lugar.

Pero antes de que pudiera hacerlo, Lucía, desde el cuerpo de su tía abuela, la interrumpió. “Espera, tía. No hagas el intercambio todavía.”

Clara se giró, sorprendida. “¿Por qué? ¿No quieres volver a tu propio cuerpo?”

Lucía la miró con una expresión de reflexión. “Es que he visto lo bien que te has sentido en este cuerpo. Y si realmente estás disfrutando, ¿por qué no aprovechar un poco más antes de que cambiemos de vuelta? Hace años que no lo hacías de esa manera, se te nota, además por tu edad… Y me parece que aún tienes mucho por experimentar.”

Clara, con una expresión de sorpresa y alegría. “¿De verdad lo dices?”

Lucía asintió. “Sí. Aprovecha la oportunidad. Disfruta un poco más antes de que lo cambiemos de vuelta. No tengo prisa por esperar un par de días mas, lo mereces”

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Clara. Sin pensarlo dos veces, se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Lucía, una muestra de afecto y gratitud. “Gracias, querida. ¡Esto significa el mundo para mí! No me esperes despierta jejeje, cuidare tu cuerpo”

Con una energía renovada y un brillo en los ojos, Clara se levantó de la cama. Se arregló el vestido con aún más cuidado y se ajustó los tacones. Y sin perder el tiempo volvió a sumergirse nuevamente en la vida nocturna, buscando aprovechar cada instante de la juventud que había recobrado. Volvió a un club exclusivo, se acerco a un hombre, lo beso y le dijo al odio que si queria penetrarla en el baño y se lo llevo.


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