Una Mejora Para Irnos De Fiesta

 TEXTO DE LA HISTORIA

En el baño de una discoteca oscura y vibrante, dos hombres se encontraban frente a un gran espejo que cubría casi toda la pared. La música retumbaba a través de las paredes, mezclándose con el murmullo distante de la multitud que bailaba afuera. Las luces de neón se reflejaban en sus rostros, iluminando sus sonrisas satisfechas.

Raúl y Javier se miraban fijamente en el espejo, admirando sus nuevos cuerpos. Hacía apenas unas horas, esos mismos cuerpos habían pertenecido a Carmen y a Paula, dos chicas jóvenes, ingenuas y fáciles de manipular. Habían llegado a la discoteca buscando una noche de diversión, sin sospechar que esa noche sería la última que vivirían en sus propios cuerpos.

Raúl levantó una mano, tocando suavemente el rostro que ahora era suyo. Era el de Carmen, con su piel suave y sus ojos grandes. La sensación era casi indescriptible, como si el mundo entero se hubiera vuelto más brillante y vivo. Javier, ahora en el cuerpo de Paula, sonrió con un destello malicioso en sus ojos. Se acercó a Raúl, pasando las manos por las curvas de su nuevo cuerpo, deleitándose en cada movimiento.

“Lo logramos”, susurró Raúl, sus labios curvándose en una sonrisa mientras giraba la cabeza hacia Javier. “No puedo creer que realmente funcionó”.

“Te dije que lo haríamos,” respondió Javier, su voz suave y seductora. “Sabía que eran las víctimas perfectas. No sospecharon nada.”

Las chicas habían sido demasiado confiadas, demasiado ansiosas por complacer, y los hombres habían aprovechado cada oportunidad, manipulando sus mentes con falsas promesas y palabras dulces. Las habían llevado a un rincón apartado de la discoteca, un lugar donde las luces eran tenues y las sombras lo envolvían todo. Allí, con la ayuda de un antiguo amuleto que Raúl había conseguido, llevaron a cabo el ritual. Las chicas no habían entendido lo que estaba sucediendo hasta que fue demasiado tarde.

Javier rio, un sonido bajo y casi cruel, mientras observaba su reflejo. “Mira lo que tenemos ahora. Juventud, belleza… todo lo que siempre quisimos.”

Se inclinó hacia Raúl, rozando sus labios con los suyos, disfrutando de la nueva sensación que su cuerpo le ofrecía. Raúl correspondió el beso con fervor, saboreando la dulzura y la frescura del cuerpo que ahora poseía. Había algo increíblemente embriagador en saber que esos cuerpos eran suyos para disfrutar, para explorar, para hacer con ellos lo que quisieran.

“Estamos viviendo su vida ahora,” murmuró Raúl, deslizando las manos por el cuerpo de Javier. “Sus sueños, sus deseos… todo es nuestro.”

Los dos rieron, una risa cargada de complicidad y satisfacción. Habían ganado, y ahora, el mundo les pertenecía. Con cada caricia, con cada beso, celebraban su logro, deleitándose en la perversión de lo que habían hecho. Las chicas, ahora atrapadas en los cuerpos que Raúl y Javier habían dejado atrás, estaban condenadas a una vida de desesperación y de confusión mientras ellos vivían en el paraíso.